Reflexiones

Publicación #0 - Julio 2012


¿“Cultura para todos” ( y todas)?[1]



"El poder también se sostiene en la ficción
El Estado es también una máquina de hacer creer"
Ricardo Piglia. Crónicas y ficciones

El término cultura concentra y disemina, tras su aparente unidad, un conjunto de sentidos diversos históricamente originados. ¿Qué es cultura? ¿A qué llamamos cultura? Según la clásica descripción de Raymond Williams (1983), el término describe cuatro campos semánticos interrelacionados. En primer lugar refiere a la extensión metafórica del proceso físico de trabajar la tierra al cultivo de sí desarrollada en el mundo latino. En el siglo XVIII encontramos una importante mutación en este primer sentido. Cultura deja de referirse exclusivamente a un proceso personal e individual, para nombrar al proceso social de desarrollo espiritual, intelectual y estético de un determinado grupo social: la burguesía. Según analiza Norbert Elias (1987; 1997), Kultur fue el concepto utilizado como autoimagen ideal por parte de la elite burguesa ilustrada alemana, con un escaso peso poblacional, cuyos miembros se encontraban aislados, dispersos y sin participación en el mundo de las civilizadas cortes aristocráticas. Excluidos de la política, estos grupos buscaron refugio en la Kultur como un instrumento de crítica no política al régimen político. Alojados en sus torres de marfil, los grupos burgueses liberales cultivaron las libertades interiores y el desarrollo de una Bildung asociando Kultur con las producciones artísticas, científicas, filosóficas, poéticas, arquitectónicas, musicales, etc. de su clase. Sin embargo, y en particular luego de 1871 y el nuevo Imperio del Kaiser, Kultur pasó a definir cada vez menos un proceso simultáneo de formación individual y colectiva para devenir un estado del ser. Al mismo tiempo, se enfatizaba el carácter expresivo de la cultura, especialmente de la idiosincrasia de un Volk, un pueblo, una raza.

En esta encrucijada se constituyó la Historia de la Cultura (Kulturgeschichte), una ciencia relacionada con las tensiones de la elite burguesa ilustrada alemana constituida, como sostiene Ernest Gombrich, en torno a los diferentes intentos de salvar la hipótesis hegeliana, transformando el Zeitgeist en Volkgeist, sin aceptar su base metafísica (Cf. Gombrich 2004).

Como parte de este proceso, íntimamente relacionado con la formación de los Estados nacionales, Kultur dejó de designar un proceso para convertirse en un descriptor de un estado de cosas. De acuerdo con Norbert Elías, esta mutación fue posible porque, mientras en el siglo XVIII, los conceptos utilizados por la burguesía como parte de su autoimagen ideal se orientaban hacia el futuro, para el siglo XIX, esos conceptos se fundaban en un pasado. Este cambio es correlativo al traslado en la posición en relación a la política de la burguesía que de excluida pasó a dirigir el Estado. Este período coincidió con el momento de invención en masa de tradiciones descripto por Hobsbawn y Ranger (1984) confirmando la mutua dependencia entre Cultura y Estado-Nación.

Un tercer sentido que reconoce Williams, es aquel referido a cultura como “estilo de vida de un pueblo” que remite a la tradición antropológica inaugurada por Edward Taylor con su potencial democratizante y su crítica al concepto de “alta cultura” propio de la Historia de la Cultura. La Cultura pasó a ser una propiedad exclusiva de la Humanidad en tanto especie gregaria y en este sentido, pieza fundamental de los dispositivos discursivos destinados a crear la Naturaleza. Objeto de una nueva ciencia, Cultura se transformó en materia de debates teóricos y epistemológicos al mismo tiempo que comenzó a reconocerse su potencialidad para trazar nuevas fronteras y re-establecer jerarquías bajo otros justificativos. Cultura, una ideal radical utilizada en defensa de las diferencias y un instrumento importante en la lucha contra el racismo, era denunciada para los años ´70 como un instrumento del colonialismo (Cf. Kuper 2001).

Por último, una cuarta versión del término estaría referida a las obras y prácticas intelectuales y en especial las artísticas. Este sentido se encuentra orientando la acción de los Ministerios de Cultura, en las políticas culturales y en las prácticas gubernamentales destinadas a la administración centralizada de los “bienes culturales”. Esta definición de cultura, deudora tanto de la tradición alemana como antropológica, podría ser considerada como un concepto “estatal” de cultura desarrollado en la segunda mitad del siglo XX. Después de la Segunda Guerra Mundial y con el advenimiento de la Guerra Fría, la acción de los estados occidentales en las cuestiones “culturales” se organizaron en torno a dos ideas principales: “democratización de la cultura” y “democracia cultural”[2].

A estas cuatro versiones de “cultura” descriptas por Williams entre fines de la década de 1970 y principio de los ‘80, podemos agregar un quinto elemento asociado a la transformación de la cultura en un recurso como parte del capitalismo cultural (Rifkin 2000; Yúdice 2002; Žižek 2003). De acuerdo con el análisis de George Yúdice, en la actualidad, la cultura constituye una base legitimante a partir de la cual es posible plantear un mejoramiento de las condiciones sociales, económicas y políticas. La nueva estrategia de legitimación de la cultura se basa en la utilidad de la misma para la resolución de problemas sociales así como para estimular el crecimiento económico. La cultura en tanto recurso no alcanzaría solo al ámbito del crecimiento económico. La cultura constituiría también una fuente para la construcción y el fortalecimiento de la ciudadanía local. La Cultura devenía también un recurso para la desarticulación de identidades esencialistas, ahistóricas y no conflictivas, a la cual los sujetos deberían adscribir forzosamente y, de este modo, para la emergencia de nuevas subjetividades (Yúdice 2002).

Para Rifkin, luego de haber transformado la Naturaleza en bienes de propiedad, las sociedades occidentales transforman las experiencias culturales en recursos negociables en un mercado asociado con el entretenimiento, la privatización, y la mercantilización de los bienes culturales. La estructuración de la vida social se basa cada vez más en la posibilidad del acceso simbólico a los bienes culturales antes que a su propiedad. En caso de su apropiación material, como señala Benjamin (1989), la misma se realizaría en la forma de una copia, posibilitada por las nuevas tecnologías de la reproducción mecánica. La reproducción técnica de la imagen y el sonido, asociada con la formación de las masas, modificaría tanto la función de la obra de arte como el aparato sensorial expresados en la experiencia de trituración del aura (Benjamin 1989). Estas transformaciones se encontraban engarzadas en la formación de un mercado de bienes culturales que, aun siendo públicos, se producirían y mercantilizarían en manos del capital privado. La radio, el cine, la televisión, pero también el turismo, el entretenimiento, la moda, la cocina, las bellas artes y las artesanías, el teatro, la pornografía, constituirían entonces una especie de “vanguardia comercial de la era del acceso” (Rifkin 2000: 189). En torno a todo un conjunto de prácticas “culturales” se constituiría el locus de la mutación de un capitalismo industrial basado en la producción de bienes en un capitalismo cultural interesado en la producción de servicios y el creciente desarrollo de las “industrias culturales”.

El énfasis en el (derecho al) acceso, propio del capitalismo cultural puede observarse en el slogan publicitario de Secretaria de Cultura de la Provincia de Córdoba para el período 2007 -2011: “Cultura para todos y en todas partes”. Este enunciado era una reelaboración tanto del slogan del Poder Ejecutivo provincial “Córdoba entre todos” como del de la agencia estatal de administración de la Cultura del gobierno anterior del mismo signo político que el actual. El slogan oficial, presente en infinidad de espacios desde los grandes carteles publicitarios a las pequeñas invitaciones para una inauguración, acentuaba la idea de facilitación del acceso a la “Cultura” a partir de su diseminación generalizada como una tarea de "Estado"[3].

No se trataba sólo de continuar protegiendo los “bienes culturales”, tarea prescripta por Ley Provincial Nº 5543 sancionada en abril de 1973 por un gobierno de facto y su Decreto Reglamentario 484/83 de febrero de 1983 de la última dictadura militar. La “Cultura” reconocida ahora como un derecho universal era una necesidad que el Estado de la Provincia de Córdoba de la última década se proponía y efectivamente decía atender.

Para facilitar el acceso a la “Cultura”, un término que parecía no precisar ser definido, y como una apuesta a la “puesta en valor del patrimonio cultural local”, se pusieron en marcha una serie de acciones destinadas a asegurar “Cultura para todos y en todas partes”. Una de las primeras acciones fue la recuperación del “legado” jesuítico de la provincia y las negociaciones que permitieron declararlo "Patrimonio de la Humanidad" por la Asamblea Anual de la UNESCO en el año 2000.

Quizá la más visible de estas acciones fue la creación de la llamada “Media legua de oro cultural”, un corredor cultural que atraviesa un área céntrica de la ciudad de Córdoba. Según describe el portal web de la Secretaria de Cultura este recorrido, cuyo nombre refiere a una unidad de medida colonial, fuera de uso en el lenguaje cotidiano actual, se inicia en un remodelado teatro oficial, el Teatro Real, reinaugurado en 2007 para culminar en "el polo artístico cultural más importante de Latinoamérica”: la Ciudad de las Artes. Este complejo edilicio abierto en 2005 pertenecía antiguamente al Ejército y en él se concentraron, a partir de 2005, todas las instituciones educativas provinciales relacionadas con las artes.

El dorado circuito incluye en su recorrido el tradicional Teatro Libertador San Martín, concebido con las tendencias de los teatros líricos europeos; el paseo del Buen Pastor con un ambiente de aguas danzantes, galerías de arte, capilla restaurada abierta al público, restaurantes y tiendas comerciales, inaugurado en 2004, ubicado en lo que fuera la cárcel de mujeres y un convento; un museo de Ciencias Naturales que se abre como espiral para viajar a los orígenes del universo y dos Museos de Bellas Artes: El “Museo Superior de Bellas Artes Evita - Palacio Ferreyra”, que alberga la centenaria colección provincial de artes plásticas y el “Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa” un escenario privilegiado del arte contemporáneo.

Los festejos del Bicentenario de la Revolución de Mayo resultaron una oportunidad provechosa para continuar estas transformaciones del espacio público. Por ejemplo, se incorporaron a este corredor cultural el “Paseo del Bicentenario”[4], el monumento a un militar cordobés del siglo XIX[5], y el “Faro del Bicentenario”[6]. También se demolió la sede del Poder Ejecutivo local, ubicada en la misma zona geográfica y en su lugar se construye un paseo público que albergará un Observatorio Astronómico.

En esta tarea no sólo participó el Estado provincial. La Iglesia Católica, con la restauración de varios templos coloniales, y la Universidad Nacional de Córdoba, con la ampliación del Museo de Antropología ubicado en la “Media legua de oro cultural” y el proyecto de un Centro Cultural en conmemoración del cuarto centenario de su fundación, también se integraban en este proceso de hacer “Cultura para todos”.

Las grandes obras públicas que facilitarían el acceso a la Cultura eran parte de unas renovaciones urbanas de determinadas áreas de la ciudad de Córdoba relacionadas con la reactivación del mercado inmobiliario y la industria de la construcción, a su vez asociados con los altos rindes del sector agrícola, especialmente del cultivo de soja. A inicios de 2011 los mts2 construidos en la ciudad de Córdoba superaban a los de Buenos Aires, según el informe del Mercado Inmobiliario. Al mismo tiempo, el turismo internacional, fomentado por los bajos precios a partir de la devaluación de la moneda nacional de 2001 y el turismo nacional facilitado por el crecimiento económico de los últimos años, se nutría y recreaba un valor patrimonial local fundado en la singularidad del pasado cordobés, con énfasis en los tiempos coloniales, y su aporte a la Humanidad.

Recuperar el patrimonio cultural y ponerlo a disposición de “todos” era un anhelo, una obligación, un slogan y una práctica gubernamental. Frente a nuestros ojos, entre ruinas de las cuales surgían nuevos museos, paseos culturales, bares, centros de compras y parques, la “Cultura para todos” se hacía recurso en la reproducción del capital privado y del Estado y la colonia se hacía una etapa “natural” de nuestra historia.

Little Lima. Noviembre 2001



Notas

[1] Distintas versiones de este artículo fueron presentadas en la X Reunión de Antropología del Mercosur (Curitiba, 2011) y en las Jornadas de Investigación del Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad Nacional de Córdoba (Córdoba, 2011). Los argumentos aquí desarrollados se encuentran en deuda con las imponderables lecturas de Antonio Carlos de Souza Lima y María Gabriela Lugones. Agradezco también a Belkys Scolamieri, Laura Navallo, Lucía Tamagnini, Mónica Jacobo, Adriana Vianna, Sebastián Peña y Federico Lavezzo por los diálogos, intercambios y acompañamiento en la elaboración de este trabajo.

[2] La primera idea puede reconocerse en la creación del que sería el primer Ministerio de Asuntos Culturales en Francia en 1958. Este organismo del gaullismo, en manos de André Malraux, buscaba difundir las obras de arte y fomentar la creación de nuevas obras, a través de por ejemplo las Casa de la Cultura. Como analiza Lebovics (2000) estas políticas generaban una legitimación de los bienes artísticos y valores estéticos burgueses, en general, y franceses, en particular, al mismo tiempo que proponía la posición de espectador/consumidor de la cultura para la mayor parte de la población.
La segunda idea se encuentra en las transformaciones impulsada por la UNESCO a partir de la década de 1970 y en especial a partir de la Conferencia de México de 1982 que adoptó una definición más antropológica de cultura, ligada al relativismo cultural. A partir de una definición de cultura menos elitista, las “culturas populares” fueron incorporadas al universo de la Cultura que el Estado debía proteger, resguardar y promocionar a partir de una participación igualitaria de los ciudadanos en el desarrollo de sus propios “estilos de vida”.


[3] Este slogan no pertenece únicamente al gobierno cordobés. Por ejemplo, el Museo Oscar Niemeyer de Curitiba (Paraná) se publicitaba en 2011 con la frase “ARTE PARA TODOS. Visite o MON”.

[4] Este espacio verde, aledaño al Museo Caraffa, posee doscientos un aros de colores, que representan “hechos significativos” de la historia del país y la provincia desde 1810. El número 201 simboliza el futuro. La obra fue una iniciativa conjunta del Gobierno provincial de Córdoba, la Municipalidad de la ciudad de Córdoba y el diario “La Voz del Interior”. Una escultura en busto de la reina castellana Isabel la Católica (1451-1504) que se encontraba en este espacio antes de la reforma fue reinstalada en el mismo. El busto se conecta a partir de un hilo de agua que corre permanentemente con el aro 201 dibujándose una línea recta que conecta la metrópolis colonial europea con el futuro de una antigua excolonia.

[5] El monumento al General Juan Bautista Bustos, gobernador de la provincia de Córdoba entre 1920 y 1929, fue inaugurado el 20 de mayo de 2010 en el trayecto que une el Museo Caraffa y la Ciudad de las Artes.

[6] Este monumento, una torre de ciento dos metros de altura, está ubicado a escasa distancia del Museo Caraffa y fue inaugurado el dos de junio de 2011. El Faro cuenta con un sistema de iluminación computarizada y forma parte de un proyecto más amplio que está en construcción, denominado “Centro de Interpretación del Bicentenario y Archivo Histórico”.


Bibliografía

BENJAMIN, Walter. 1989. Discursos interrumpidos I. Madrid: Taurus.

ELIAS, Norbert. 1987. El proceso de la Civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. Buenos Aires: FCE.

_____________. 1997. Os Alemães- A luta pelo poder e a evolução do habitus nos séculos XIX e XX. Rio de Janeiro: Jorge Zahar Editor.

GOMBRICH, Ernest. 2004. Breve Historia de la Cultura. Madrid: Peninsula.

HOBSBAWN Eric and Terence RANGER (orgs). 1984. A Invenção das Tradições. Rio de Janeiro: Paz e Terra.

KUPER, Adam. 2001. Cultura. La versión de los antropólogos. Barcelona: Paidós.

LEBOVICS, Herman. 2000. La misión de Malraux. Salvar la cultura francesa de las fábricas de sueños. Buenos Aires: Eudeba.

RIFKIN, Jeremy. 2002. La era del acceso. La revolución de la nueva economía. Paidós: Barcelona.

WILLIAMS, Raymond. 1983. Keywords: A Vocabulary of Culture and Society. Londres: Fontana Paperback.

YÚDICE, George. 2002. El recurso de la Cultura. Barcelona: Gedisa.

ŽIŽEK, Slavoj. 2003. A propósito de Lenin. Política y subjetividad en el capitalismo tardío. Buenos Aires: Editorial Atuel.

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